Reliquias
Guardo en un sencillo armario, que con tu nombre sellé, tus vestidos, tu rosario y el viejo devocionario que al casarnos te entregué. Marchitos ya los colores que a tu ventana lucieron en otros tiempos mejores, guardo allí también las flores que a la par de ti murieron; y entre objetos tan amados, ¡Dolores, del alma mía! revueltos y enmarañados tus cabellos, impregnados del sudor de tu agonía. Llorando a solas conmigo, por dar alivio a mi afán yo los beso y los bendigo; cuando me entierren contigo, con ellos me enterrarán. De tan largo padecer estoy macilento y cano: cuando me vuelvas a ver, si no los llevo en la mano, no me vas a conocer.
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Reverberación
Charco donde hallo el sol reproducido: tanto las turbias aguas ennobleces con la imagen prestada, que pareces fragmento de los cielos desprendido. Mas si, a impulso del viento sacudido, tus linfas tenebrosas estremeces, a los ojos atónitos ofreces el cieno en tus entrañas escondido. ¡Oh mente humana, charco de agua obscura! Cuando tus olas la impiedad altera muestras por fondo el vicio o la locura; y, bajo el hueco de la azul esfera, sólo pareces bella, y clara, y pura, cuando Dios en tu seno reverbera.
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